28 septiembre 2011

Estoy contento y mi voz no para de llorar.

Fe o esperanza, estupidez tal vez. Es lo que siento todos los días, porque hay algo en mí, si algo.
Ese algo que no me permite olvidar, que me obliga a escucharte, verte o sentirte donde tú no estás  y no volverás a estar.
Recordando crudamente nuestros momentos como una canción, mi canción favorita, esa que no puedo parar de escuchar, que a veces me vuelve loca, que me parte el corazón y me lleva a los lugares más recónditos de mi mente a donde no me gusta viajar.

Mientras este despierta.

Lo que sucede después es una línea la cual temo cruzar; donde toda la  esperanza deja de existir, que ya no es necesaria, me traiciona la razón y mi sentir se apodera de todo mi cuerpo y me engañan dulcemente con pequeñas trampas, que puede que me gusten que me tienten y me alegren pero lentamente me enferman, me enloquecen poco a poco, gota a gota.
Claro porque queda la esperanza que si sueñas con alguien es probable que la otra persona esté pensando en ti.

            
 Cruzo los dedos porque sea así, porque todas estas noches juntos no sean en vano.

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