04 noviembre 2010

Sobredosis

Pasan los años, los proyectos, los sueños...
¿Recuerdas cómo querías ser cuando eras pequeño?
Crecer es darse cuenta
de que la vida no es como quisieras que fuera.
Todo es mucho más complejo.

Responsabilidades, luchas, deberes...
Sonreír cuando no te apetece...
Mentir para no hacer daño a la gente que quieres.
Fingir cuando perfectamente sabes que te mienten.

¿Merece la pena hacer lo que se supone que debes
más veces de lo que realmente quieres?
¿Por qué terminé haciendo lo que todos hacen
si se supone que siempre me sentí diferente?

A veces es necesario no decir nada, para demostrarlo todo. (Ríe cuando puedas – El Chojin)


Camino, de vuelta a mi hogar, después de una loca tarde junto a la Mari y la Javi.
La Javi nos invito a comer y como nosotras no somos nada tontas nos quedamos, bueno no fue la Javi, si no su mamá quien nos dijo que nos quedáramos a almorzar.
Nosotras solo fuimos a Rondizzoni a comer maní confitado, pero no cualquier maní, es uno especial.
Tiene una capa híper mega dulce, de colores, y me encantan.
Fuimos y  de paso llegamos mágicamente a la casa de la Javi, comimos un rico almuerzo, nos quedamos hablando, hasta que nos hecho; obligadas a irnos a nuestros hogares.
Me despido de la Mary en el metro, mientras yo camino a Parque Ohiggins, no tengo plata en el pase como para irme en metro, si tuviera claramente no caminaría todo ese trecho.

Mi queda mucho para llegar a mi lugar. Tengo mucho camino por recorrer.
El viento juega con mi cabello, y yo estoy cansada de ir en contra de él, así que lo dejo. A pesar de que lo enreda más.
Después de un rato, el igual se cansa, ahora juega con pequeños pétalos de flores, estos agotados de bailar caen en mi pelo, ensuciándolo. No como en las películas, cuando a  alguna actriz le cae algo en el cabello y queda perfecto a mi me queda sucio, lleno de pelusas, hojas secas y despeinado.

Camino y camino, como si nunca fuera a llegar al metro. Miro a todos lados buscando algo (en este momento no recuerdo que era) pero en ves de encontrar ese algo veo eso, si eso.
Me mira, lo miro, me mira nuevamente con una mirada tentadora y me invita a acercarme a él a tocarlo, a agarrarlo con fuerza y no soltarlo.
Estoy a un paso de una muerte segura, la muerte segura que tanto espero.
Puede ser una reja cualquiera, pero no, es de aquellas rejas, especializadas en descargar electricidad a quien las toque.
Mis dedos resisten la tentación mientras yo me acomodo.
Esta a prácticamente un centímetro de mi carne y su contacto.
Me mira nuevamente, desafiante, intentando probarme. Y yo no puedo resistirme a un desafío. Mis manos bajan rápidamente apretando el alambre, espero… espero…
¡Nada! Mira hacia todos lados y sigo caminando. Que vergüenza, estaba apagada.

No estoy muy interesada con caminar más, así que me devuelvo al metro. Todas esas “horas” caminando y frente a la reja habían sido tan solo diez minutos y estaba a unos pasos del metro.
Paso como sea el metro, doy pena y me pongo a llorar para pasar, invento historias etc.
Con tal que el guardia me deje entrar.
Bajo al andén, y en un abrir y cerrar de ojos llego a Santa Ana, directo para hacer la combinación a mi hogar.
El metro no pasa,debo decir que se demora bastante. Mientras en el anden del frente pasa cada un minuto, en el mío, no ha pasado uno hace casi veinte.
Siento algo en el túnel, es el metro. Y ahí viene, junto con el metro, la idea más grande de toda mi vida, veo a los lados, no hay nadie para detenerme, es perfecto.

Estoy a punto de saltar y veo por última vez, atrás mío. Una pequeña de casi ocho años, un poco menos. La veo y me detengo.
Ella descubrió mi plan, mientras escondida entre las piernas de su madre intenta no ver la terrible imagen a continuación.
Algo en ella me hizo poner los pies en la tierra, se parecía a mi hermana, un poco más chica, pero la misma dulzura podía distinguir entre sus pequeños ojos color almendra.. Ese algo me hizo pensar, en que talvez no quería arruinarle la infancia.
Entro al metro, ya nada me va a hacer cambiar de parecer, la tercera es la vencida.

Llego entro, estoy sola, mi hermana juega afuera y toda mi casa es a mi merced.
Voy al botiquín, saco un montón de pastillas, de cualquier cosa, que se yo si sirven o no.
Una real ensalada de pastillas en mi bolsillo.
Y me dirijo a mi pieza, me las tome y dormí un poco.
Esta vez no fallare.

-          -         -

-          A tomar once-

Dice mi madre abriendo al puerta de mi pieza.
Que mierda… sigo aquí, no me ha pasado nada, más que un dolor de estomago.

Malditas pastillas, maldito metro y maldita reja eléctrica.

Aun así, sigo aquí.
En este maldito limbo entre morir en paz y vivir sin tranquilidad.
Busco donde sea, tiro mis cuadernos, corto sus hojas, boto mis peluches y mis muebles, deshago mi cama, y de la rabia no encuentro que más hacer.
Algo ilumina mi mente, veo mi muñeca que dice: en caso de emergencia corte aquí.
La pienso, tomo mi navaja de emergencia y empiezo, estoy a un milímetro de poder salir y cumplir con mi sueño.
Pero algo me detiene, creo que realmente me queda algo de camino por recorrer.
Me pongo mis pantuflas, a pesar de no tener hambre bajo, espero que las pastillas me hagan dormir, que estoy bastante cansada.

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